DOLOR Y CONSUELO – Juan Diéguez Olaverri

#LunesLiterario

Poeta: Señor Licenciado don Juan Diéguez

Fuente: Periódico El Museo de las Familias, tomo 1, número 1. Guatemala, Enero 1° de 1873.

foto recuperada de la página de Facebook Nuestro Diario fecha 26 de noviembre de 2018. y mejorada con AI Studio.

Si: vino ya la pálida tristeza,
Y deshojó tu juvenil guirnalda;
Cayó á pedazos tu mortal belleza,
Y amor burlando te volvió la espalda.

Un pensamiento reinará en tu mente,
Irrecusable, tétrico, tirano;
Con férreo cetro oprimirá tu frente
Y á sacudirlo probarás en vano,

Como sacude la infeliz gacela
Con gran dolor y malogrado intento,
Agudo dardo que expeler anhela,
Prenda fatal de cazador sangriento.

Tu amor, en tanto, tu existencia olvida
Ingrato el hombre que en amor te inflama;
Con lentitud consumirá tu vida,
Aislada y triste en silenciosa llama.

Llama letal de tu feroz martirio,
De pálidos, siniestros resplandores,
Que cual la luz de funerario cirio,
Tan solo alumbra de la muerte horrores.

Tus largos días y tus noches largas
Alternarán en uniforme tedio;

Hondos suspiros, lágrimas amargas,
Ya no darán á tu dolor remedio:

Lloro de amor: en la naciente arruga
Solo há del mundo la insultante risa,
No el blando beso del amor la enjuga,
Como al pensil el beso de la brisa.

Yá ver quisieras trasponer al monte
La luz del Cielo que al dolor ofende;
Pero, ¡cuán lento, para ti, Faetonte,
A su palacio de cristal desciende!

Tal vez porque oye tu mortal gemido,
Creerás la noche á tu dolor mas pía,
O porque rompe el lloro comprimido
Los rudos diques que le puso el dia;

Mas ya las sombras de espantosa calma,
O bien la Luna con su faz serena,
Mas cruel memoria evocaran en tu alma
Del bello Adonis, corazon de hiena.

Y sí del tiempo la corriente arriba
Subes en álas de rosado ensueño,
Gozando amores que tu labio liba
Entre los lábios de tu caro dueño,

Bajo el florido bosquecillo umbroso,
Templo de amor donde adorada fuiste,
De yedra y rosas y jazmín frondoso,
Que ya tan solo en tu memoria existe;

Mas descarnada, tétrica y odiosa
La indeclinable realidad te aguarda,
Tirana y cruel de tu ilusion golosa,
Que al róseo ensueño en devorar no tarda;

Y yá á su voz abísmase el santuario,
Cantos, flores, delicias, amorcillos,
Y despiertas en lecho solitario
Al triste canto de nocturnos grillos;

Y el blando lecho agitarás volviendo
De uno á otro lado, cual sí hubiese abrojos,
La frente en áscuas y la sangre hirviendo
Manando en llanto los ardientes ojos;

Hasta que al fin del nido se levante,
Dejando en él á su mitad querida,
El pajarillo que á la aurora canta
La pluma sacudiendo humedecida;

Mas cuando al dia redimirte plugo
De los tormentos de la noche adusta,
Sostituyendo á tu feroz verdugo
El férreo peto al corazon te ajusta:

Para tí el dia, de esplendor cubierto,
Es cual su hermana de luctuoso manto,

Partida de Entierro del Lic. Don Juan Diéguez: En veintisiete de junio de mil ochocientos sesenta y seis falleció el Sr. Lic. D. Juan Dieguez Juez 1° de 1a. Ynstancia de este Departamento y como Juez de la Corte de Apelaciones, de cincuenta y dos años de edad, casado con Da. Dominga. Rubrica Cecilio Gaitan.1

Naturaleza, cual cadáver yerto,
Horror derrama su divino encanto!

Y en el delirio que el dolor te inspira,
Las turbias ondas tu pasion invoca,
Donde la Lesvia (*) de sensible lira
Ahogó el gemido de su dulce boca.

Ni oirá la muerte tu incesante ruego,
Ni así el dolor de sanguinaria garra
Saciada deja su crueldad tan luego:
Fibra por fibra el corazon desgarra.

Y de su presa, cual feroz arpia,
La sangre liba y lame y saborea,
Y en su ronco estertor y en su agonia
Y en sus convulsas ansias se recrea…

………..

¡Amor, beldad, placeres, ilusiones!
¿Quién por tan febles rosas nécio llora?
Rosas que barren crudos aquilones,
Que hórrido invierno sin piedad devora!

Bello pensil de encanto fementido,
Que exhala en suave olor letal veneno,
De hórridas sierpes encubierto nido
Que á la incauta muger roen el seno.

¡Oh vive, sí! que la virtud amores
Tiene tambien, que la traicion no enluta,
Que no pusieron áspid entre flores,
Ni en cáliz de oro la mortal cicuta;

Y rosas tiene de divina esencia
Y de bello verdor inmarcesible,
Que sembradas en tu árida existencia
Alegraran tu corazon sensible.

Entre sus brazos la virtud te espera:
Pondrá ella en tu alma vida y energia,
En tus lábios sonrisa placentera,
Sobre tu frente rayos de alegria.

¡Oh sí, dulce muger! tiende la mano
Al escuálido, mísero mendigo:
El fardo haz leve al encorvado anciano,
Dá al huérfano inocente dulce abrigo:

Amable acude al angustioso lecho
Donde un hermano moribundo gime:
Bálsamo de salud vierte en su pecho,
Del dolor y la tumba le redime.

Busca las tiernas víctimas del hado
En que el pesar dejó sangrientas huellas,
Tú, en cuya alma tambien él se ha cebado,
Tu tambien infeliz, llora con ellas:

Ahoga en tu llanto su dolor impio
Y libre tu alma quedará de angustias,
Que el lloro de piedad es como el rio
Que torna Eden las soledades mustias.

Eden que brinda encantador consuelo
A tu alma tierna, fervorosa y casta,
Que no de ingratitud marchita el hielo,
Porque asi misma la virtud se basta.

Setiembre de 1858.

JUAN DIEGUEZ.

  1. Libro de entierros de la Parroquia del Sagrario Metropolitano, 1816-1870. Folio 190 vto. en FamilySearch.org https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:33SQ-GYQY-9SD4?lang=en&i=259&cc=1614809 ↩︎